Tan denso y opresor ,
el aire apenas puede llegar a
mis pulmones
cuando es tu presencia la que
me falta.
Extensivo como la peor de las plagas
cubres todo mi ser de las formas
más indómitas que se conozcan,
llevándome como un pasajero
más por una ruta que bien pareces conocer.
Extraída mi alma hábilmente por tus manos,
mi corazón espera la mordaza
en su urna de cristal ,
la que tu hiciste para él,
la que le aísle de todo y de
todos,
la que permita que sólo tú lo
observes
con cada cambio que se
produzca ante una palabra o roce tuyo.
Una cadena de supervivencia que lo va apagando
cada vez que te tengo lejos ,
bajo amenaza de disolución de
los eslabones .
Viva según a tu conveniencia ,
más parecieras un dios del averno
que un ángel,
sintiendo la quemazón de las
llamas de tu aliento
en una piel que no te corresponde,
con el temor como campo de
juegos.
Temor a no conocerte , ahora
ni nunca,
temor a no poder responder
como quieres ante tus exigentes silencios,
temor a transformarme en
aquello que nunca creí que sería
cual marioneta en las manos de
un experto .
Ahogo incesante que cierras mi
garganta con sólo acordarme de tu nombre,
pausa en el éxtasis perpetúo
con cambio de jugadores.
Partida imprevisible
en la que has decidido mirar
esta vez ,
entregando lo que más quieres
a otro escogido por ti,
por el regusto morboso de ver
sangrar mis heridas ante tus ojos.
Entrega no correspondida ante
la extensión de mi mano,
lágrimas bajo apariencia de
auxilio a gritos
que sólo cobran sentido bajo
tu indiferencia.
Interés inusitado en el
espectáculo banal que dispusiste para tu supuesto goce,
cuando son tus ojos los que terminas cerrando .
Dolor voluntario,
ánimo de extender los límites
de lo propio ,
tu espalda fue la última
imagen que pude ver.
Cobardía ingrata la que
muestras ante lo que sientes ,
pruebas a las que te sometes y
en las que me utilizas
creyendo que resistes el mismo
embate una y otra vez,
mientras es tu corazón el que
se agrieta
encontrando consuelo y paz
al observar la urna ,
aquella que te da la seguridad
de que seré tuya por siempre ,
aquella que no deja traspasar
la luz interior que se va apagando
en pro de la necesidad de un
abrazo sincero
en el que te muestres tal y
como realmente eres.
Crueldad implacable
la de esta corona de espinas que me ha tocado
llevar.
Una cruz de lamentos inusitados
y búsqueda de la verdad
que yo encontré desde el mismo
día que te conocí,
glorificada , no ante tres
caídas como el santísimo,
sino al no levantamiento
perpetuo de ese suelo
en que se ha convertido el
fondo al que me has hecho llegar.
Sacrificio placenteramente
extremo.
Incursión en lo desconocido
por sólo una razón válida en
mi vida ,
no perderte jamás
aún en ausencia de yo misma .
Ana Patricia Cruz López
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