CAPÍTULO VIGÉSIMO PRIMERO ( Primera
parte)
REENCUENTROS
Sus manos , que trataban de
abrochar los botones de los puños de la camisa no pudieron continuar.
La última vez que la vio en la
fiesta del Gobernador parecía la misma mujer que había dejado atrás siete años
antes , pero en su interior, las impresiones resultaban completamente
diferentes.
Ahora se encontraba en su
vestíbulo, por sí sola , y su imagen le
traía las sensaciones de antaño, de
cuando convivía entre aquellos muros , de la última noche pasada juntos y en la
que ella se hubo marchado .
Como no podía ser de otro modo
, se autonegó la posibilidad siquiera de que le viera como en la fiesta , acongojado
pero en el fondo muy feliz . Con cada nuevo escalón que bajaba , el orgullo se
apoderaba de nuevo de él, y sólo cabía mostrarse digno. Pero al mismo tiempo,
cada nuevo escalón que pisaba y más le acercaba a ella, estremecía un
cuerpo y un corazón que la echaban
profundamente de menos, como nunca antes
a nadie , y que añoraba poder estrechar.
Sin moverse un ápice de su
posición le vio descender y acercarse , con su típico aire de superioridad tan
característico y su porte elegante . Aún
conservaba ese aire del caballero de
exquisitas formas del que había oído hablar en el club, pero sus ojos no eran
capaces de mentir, jamás lo habían hecho, y tras el cristalino brillo , un
hombre herido que había luchado consigo
mismo porque nada cicatrizase , fue lo que vino a encontrar , en su propia
casa, siete años después. En una palabra : imprevisibilidad, algo que a ella no
le gustaba nada.
·
SHELDON: Déjalo Anna , puedes retirarte , ya la
atiendo yo .
Terminando de recolocarse los
puños mientras la observaba , la dureza de su gesto fue acompañada por la del
tono de su voz y las palabras dichas.
·
SHELDON: Me temo que has escogido el peor
momento para darme una sorpresa, me disponía
a salir .
·
HEYDEN: Siento no haberte avisado, pero pensé
que no querrías coger el teléfono.
·
SHELDON: Con motivo .
·
HEYDEN: Nunca me atrevería a cuestionar eso.
·
SHELDON: Ni creo que puedas. Tus argumentos en
ese sentido carecen de valor en estos momentos.
Voy a la cocina para tomar un café, si quieres hablar , ese será de todo
el tiempo que dispongas .
Con paso seguro y espalda
erguida , le vio dirigirse a aquella estancia que tantas conversaciones entre
ambos había centrado, yendo tras de sí como última opción.
·
SHELDON: ¿Te sirvo una?
·
HEYDEN: No gracias.
Una espalda que no perdió de
vista durante todo aquel instante y que comenzaba a incomodar .
Le conocía , sabía que se
encontraba dolido y sin embargo , su rostro no fue mostrado para no
evidenciarlo. Una agitación y un nerviosismo más propio de una fase previa de
enfurecimiento nada razonado que comenzó a denotarse en cada palabra que era
pronunciada.
·
SHELDON: Tú dirás.
·
HEYDEN: Sabes que no me gusta andarme con rodeos
, así que seré directa y lo más breve que me sea posible. Necesito tu ayuda.
Y a aquella última palabra, le siguió el sonido seco y bronco de una taza
de cerámica caer como una losa sobre el mármol de la encimera, y tras unos
segundos, la espalda dejó paso a su aspecto frontal, y con él, a un rostro nada
tranquilo , y a una figura que había decidido hacerle ver todo su dolor con tan sólo apoyarse en la
misma y agarrarse de ella a ambos lados
de su cuerpo mientras no dejaba de observarla desafiante.
·
SHELDON: Ayuda. Claro, ¿para qué si no? Sólo
respóndeme a una cosa ¿es la mujer o la agente
de inteligencia quién me la reclama?
Es que quisiera saber cuál es el siguiente escalafón de utilización
humana al que pretendes elevarme.
Su ironía , agreste ,
sangrante , hiriente pero justificada. A
ella le tocaba rendirse a la evidencia , dejar que encontrase la paz en aquella curiosa forma de desquitarse .
·
HEYDEN: Veo que Michael te lo contó.
·
SHELDON: Hubiera sido muy difícil entender
algunas actitudes sacrificadas tuyas de
no haberlo hecho, aunque claro , también me pregunto si el no dejarme verte en
todo ese tiempo , tenía que ver con algún tipo de arrepentimiento al que
pudieras verte forzada o con tus
consabidas ganas de no querer disculparte por utilizarme para llegar a él.
·
HEYDEN: ¿Qué más te contó?
·
SHELDON: ¿Más? – se rió de forma exagerada y
forzada - ¿Es qué aún hay más? ¡Por Dios! Sorpréndeme .
Viendo que con su actitud todo
aquello era inútil, se dio media vuelta y trató de salir , pero antes de llegar
a la puerta algo la detuvo.
·
SHELDON: ¡Huye de nuevo! Es lo único que se os
da bien a las mujeres como tú.
Dándose la vuelta sobre sí
misma , prefirió haber entendido mal.
·
HEYDEN: ¿Las mujeres cómo yo?
·
SHELDON: Claro, las de pasado turbio demasiado
acostumbradas a mostrarse frías y distantes , a no sentir y a ser serviciales
hasta dónde ellas mismas permiten. Las mujeres acostumbradas a ser ellas
quiénes toman las decisiones en los negocios y que traspasan a su vida privada
, que en caso de tenerla tratan de igual forma , y que dedicándose a lo que se dedican, saben del manejo y las artimañas como ninguna.
Aquellas que huyen en cuanto dejan al
cliente de turno y su verdadero yo sale
a flote , pero que no dejan la piel de la que recibió dinero o regalos para
quedarse, porque son incapaces de sentirse de otra forma . Quizás ahí estuvo mi
error , pensar que podía tratarte como lo que yo veía , como una mujer
exquisita y distinta capaz de volverme loco sin apenas tener que hacer nada,
que suponía una provocación por sí misma . Sí, definitivamente , tuve que
haberte preguntado la tarifa aquella noche para que te quedases .
Cada palabra se clavaba más
hondo y lo iba desgarrando todo. Cada insulto
sutilmente presentado y convenientemente adornado, conllevaba todo un
cúmulo de ahogos , uno tras otro , llenos de imposibilidades manifiestas para
poder reaccionar y cuya sensación de completo hundimiento debía luchar con unas inmensas ganas de llorar.
Todo su mundo , su única
salvaguarda , aquello en lo que se sentía y creía seguro se desmoronaba . Lo
único puro y enteramente verdadero , se había convertido en algo corriente como
lo demás.
No pudo articular palabra.
Sólo necesitaba salir de allí, pero al verla marcharse , algo en él hizo que
fuera a buscarla interceptándola a las afueras de la casa.
·
SHELDON: ¿Qué esperabas? ¡Siete años Heyden , siete malditos años consumido por la impotencia de
no poder verte ni de que quisieras que estuviera contigo!
En mitad de su correr hacia
ninguna parte, sólo lejos de allí,
volvió a detenerse sin saber por qué, pero con el sonido de sus pasos acercarse
entre la grava y su voz de acompañamiento.
·
SHELDON: Siete años de pendiendo de lo que
Michael me dijera , sin estar seguro de si pudiera mentirme por conveniencia ,
sabiendo además a dónde te habían llevado. Siete malditos años pidiendo favores
a todo aquel que tenía por contacto para
intentar manejarlo por otra vía, pero todos mis intentos resultaron infructuosos.
Y aquí, en mis noches , solo, casi sin dormir , sin pensar con claridad , sin poder hacer una
composición de lugar , sin dejar de contar las horas para que llegase la fecha
de tu salida y el día de poder verte , y cuando aquella noche…te vi…
No le hizo falta darse la
vuelta para saber que estaba justo detrás suya , para sentir su agonía pero
también su calor, para volver a sentir , sin que su tacto fuera real o
perceptible, lo que volvió a sentir después de tanto tiempo aquella noche a la
que él se referenciaba constantemente. La noche de la fiesta del Gobernador ,
la noche en la que volvió a verla de nuevo.
Y ahora, que tan cerca la tenía y en la que sus
ansias por tocarla y volver a abrazarla no habían disminuido ni un ápice,
sentía miedo . Miedo de hablar sin sentir o de que sus palabras pudiesen
malinterpretarse.
Incapaz de continuar con su
papel arribista y vengador ante su presencia, sólo podía continuar siendo tan
sincero como deseaba y tan entregado como sabía que ella siempre le había
querido.
·
SHELDON:
Siete años en los que aún hoy me he preguntado por qué no te quedaste
aquella última noche que te lo pedí, sabiendo que después serías ….
·
HEYDEN: ¿De él? – destrozada y con la guardia
vencida decidió darse la vuelta y dar la cara – Anda termina la frase. – Pero
no fue capaz - ¿Realmente crees que él tiene la potestad de apoderarse de las
personas sólo por su dinero o su encanto personal? ¿Tan poco crees que me
conoces como para haber sabido que me perdías
de forma tan irrisoria por él?
Mi vida no
ha sido nada ejemplar , lo sé, pero tampoco me arrepiento de nada , porque he
hecho lo que he creído necesario para sobrevivir dadas las circunstancias y no
volverme loca por completo .
Y a lo
largo de toda ella , de toda la falsedad que la ha rodeado , de todos los
escudos que he debido armar para evitar dañarme , el que más me ha costado
mantener es el que intenté construir el día que te conocí en el club.
Pude sentir
en tus ojos que no me mirabas como lo hacían el resto de clientes, ni sentí la
misma indiferencia o frialdad que con los demás. Y conforme lo sentía , comencé
a no saber cómo reaccionar mientras
trataba de que el escudo se mantuviera firme , pero tus coincidencias , tu
forma de mirarme …
Sí, hice que Michael me acercase a ti , porque se
supone que eso es lo que debía hacer , lo que se esperaba de mí como forma de
llegar hasta Bourke, pero lo que conllevó hacerlo , lo que vino después , lo
que sentía cada vez que estabas conmigo o te veía observándome , eso … nadie
hubiera sido capaz de planificarlo , ni yo de evitarlo, y aunque quisiera
tampoco podría haberlo conseguido , porque me sentía libre estando contigo. Por
una vez no era un número ni una cita , no era la chica de los servicios
especiales ni la más rentable del club, era simple y llanamente una mujer a la
que , pese a desearlo, te negabas a tocar por mucho que me apeteciese
provocarte , la mujer por la que cruzaste medio mundo tras hostigar al pobre de Michael
apareciéndote en la Toscana , la mujer a la que … - la mano de él en su boca la detuvo-.
Con sus ojos humedecidos
alternando los de ella y sus labios , sostuvo su cabeza a ambos lados con sus manos
acercando su frente a la de ella.
·
SHELDON: Sólo Dios sabe cuánto te he echado de
menos, lo vacía que la casa ha estado sin tu presencia, lo que mis manos
añoraban poder tocar tu piel, tan sólo así, sin más.
Cogiéndole las manos y
colocándoselas en el pecho, acercó sus labios para besarle , y aunque aquel primer
roce no careciera de ingenuidad y
frescura , su correspondencia , cargada de ternura, la devolvía a aquellos
instantes en la Toscana tras la tormenta de la noche anterior , aquellos gestos
dulces en los que se olvidaba de lo que era o de por qué había comenzado toda
esta historia con él .
Y con cada nuevo beso , con
cada intercambio de alientos , la ansiedad por tenerse mutuamente crecía , pero
algo hizo que él se detuviera y su gesto
cambiase.
·
SHELDON: Bourke. Necesitas mi ayuda para
encontrarle. Vas a volver a por él.
Su desconcierto resultaba tan
palpable como su transparencia, y bastó
verle su rostro para comprender que no andaba equivocado.
Agitado, la soltó .
·
HEYDEN: Debo terminar lo que empecé. Sé que está
en Sao Paulo…
·
SHELDON: ¿Pero por qué a través de mí? Tú gente
le ha seguido la pista durante todos estos años . ¿por qué acudes a …..? – y en
su mente apareció la idea por la que se cerraba todo en torno a él- ¡Estás sola! ¡Te han dejado sola ! Dime que
no es cierto.
Ante su más que comprometido
silencio , él no pudo reaccionar de otro modo.
·
SHELDON: ¡Dímelo!
Aquel grito exageradamente
arrebatador y sincero la intranquilizó de nuevo, pero trató de conservar la
calma.
·
HEYDEN: Después de los años de servicio
prestados, han considerado que ya no era
tan apta para seguir adelante. Se supone que alguien emocionalmente inestable
no debe seguir en activo. Alguien incorrecto, que sólo desobedece las reglas establecidas ,
que no atiende a órdenes impuestas y con tendencias suicidas al no estimar ni
calibrar los riesgos que su actitud supone
para su vida. Y sí, esto se ha convertido en algo personal . Lo único que tiene
en mi vida valor alguno es saber que podía ser mejor que eso que se hacía
llamar mi padre, para el que sólo fui una carga y un desahogo cuando mi madre
no se encontraba en casa.
Demasiado
acostumbrado a salirse con la suya , a denostarme como la vergüenza familiar fruto
de una noche de vete tú a saber qué, desde que entré en Inteligencia he hecho todo tal cual se
estimaba que debía hacerse , pero lo que
daba resultados satisfactorios no se culminaba de esa forma. Sólo cuando comencé a tomarme ciertas
libertades empecé a ver que las cosas salían
y que los resultados óptimos se encontraban allí .
Posiblemente
me acerqué demasiado esta vez y no les interesó cogerlo , quizás , en realidad
, es que nunca les haya interesado y piensen que quitándome del medio les
será mucho más fácil mantener las cosas como estaban , y a los agentes que
conservan en una investigación con multitud de pegas , obstáculos y
ralentizada, alejados de toda posible opción de atraparle.
Sí , estaré
sola , pero realmente supones que he
estado de otra forma todo este tiempo?
·
SHELDON: ¿Sin cobertura alguna? Te destrozará ,
te aplastará en cuanto te vea.
·
HEYDEN: No lo hará . Él necesita calmar su sed y conmigo descubrió
el único manantial que no le pone coto para saciarse.
·
SHELDON: Me estás pidiendo algo más que ayuda,
me pides que de nuevo te entregue a él.
·
HEYDEN: Te pido que me ayudes a acabar con él, y
sí, sé perfectamente lo que implica aquello que te pido . Soy consciente de que no será fácil, pero eres lo
único que me queda , lo único en lo que puedo confiar. El único que sabe
exactamente dónde puedo encontrarle.
Frank se
huele que seguiré adelante , jamás he sido buena mintiendo, pero no puedo pedirle
abiertamente ayuda e implicarle.
·
SHELDON: Ven conmigo.
Le extendió el brazo
ofreciendo su mano y tras aceptarla y
darle la suya , caminaron hacia el interior de la casa subiendo a su despacho.
·
HEYDEN: ¿Qué
haces? Se supone que te marchabas.
Buscando entre los cajones de
la mesa encontró una llave , y moviendo
el cuadro representativo de la marina apostado en una de las paredes , detrás se
encontraba una caja fuerte que abrió con
dicha llave. De su interior extrajo una
libreta que abrió nada más llegar a la mesa.
·
HEYDEN: Robert, ¿Quieres decirme qué estás
buscando?
No quiso detenerse . Nervioso, pasaba las páginas buscando
algo no definido , hasta que logró
detenerse en una de las páginas.
·
SHELDON: ¡Aquí está! A lo largo de mi vida , mis
negocios me han llevado a conocer mucha gente y tener que hacer todo tipo de
favores . De ahí salen contactos que aún guardo y alguna que otra buena amistad
que perdura . – Alzó la cabeza y se centró en ella - Algunos de ellos viven en el país .
Con los ojos bien abiertos y
una dulce sonrisa , él no pudo dejar de mirarla y tampoco evitar acercarse .
Por un instante , sin pensar,
en su interior deseó decirle algo que llevaba guardado muy adentro desde hacía
mucho tiempo.
·
SHELDON: De acuerdo que no todos mis negocios
han sido o son muy legales, pero la gente no es tan fácil que lo olvide a uno
según el favor que les hayas hecho. – No le decía nada , sólo le sonreía y
logró ponerlo nervioso- ¿Qué?
·
HEYDEN:
Robert…
·
SHELDON: ¿ Sí?
·
HEYDEN: Yo… he de decirte algo.
·
SHELDON: Claro , dime , soy todo oídos.
·
HEYDEN : Robert – con bastante dificultad,
intentaba provocar que las palabras quisiesen salir- tú…
El inesperado sonido de su
móvil les interrumpió. Al mirarlo, no supo qué hacer.
·
HEYDEN: Contesta, no te preocupes.
Aquella llamada le recordaba que había de iniciar un
viaje , aquel por el que no hacía ni cinco minutos que aspiraba a salir con
prisa y del que ella misma le hubo retenido. Una oportunidad perdida que habría
que postergar para mejor ocasión .
·
SHELDON: Era mi piloto. No quiero dejarte , pero…esa
maldita reunión.
·
HEYDEN: Anda , vete y haz lo que ibas a hacer antes
de que yo te rompiese todos los esquemas posibles e inimaginables.
·
SHELDON: Estaré fuera dos días , sólo dos ,
mientras tanto gestionaré las llamadas con mi gente . – cogiéndole de las manos de nuevo-
¿Te encontraré aquí cuando vuelva? – ciertamente resignado, casi arrepentido –
Ahora que vuelvo a tenerte conmigo no quisiera perderte , he estado sin ti
demasiado tiempo.
·
HEYDEN: He de ir a Nueva York.
·
SHELDON: Tu hermano. No se lo pusiste nada fácil
a él tampoco.
·
HEYDEN: Lo sé , y tampoco creo que el
recibimiento sea óptimo , pero no puedo dejarlo pasar por más tiempo. Después
de todo lo que hizo por mí, creo que no me he comportado como debiera con él. Demasiadas
ocultaciones y mentiras para tratar de protegerle de una realidad que sabía a
ciencia cierta que le dolería, y al final, el daño se ha culminado de la idéntica
forma .
·
SHELDON: Sabrá escuchar y sabrá comprender, pero
tú también tendrás que entenderle a él, y llegar hasta la raíz de su dolor. Eres
lo único que le quedas y posiblemente lo
que más haya querido en esta vida.
·
HEYDEN: El único hombre que posiblemente jamás
me fallaría.
·
SHELDON: El único hombre que no osará que nadie
te falle, si vuelves a dejarle acercarse, como cuando eráis niños.
·
HEYDEN: Dos trenes bala japoneses saliendo de
puntos distantes y apunto de encontrarse .
·
SHELDON: Uno de los dos tendrá que ceder , y me
temo que en esta ocasión te toca a ti.
·
HEYDEN: Lo sé.
Un nuevo beso sereno, calmante
, seguido de un profundo abrazo, le sirvió para devolver algo de confianza a la
vida de ambos. Él se marcharía con destino al Aeropuerto , mientras ella llegaría
hora después a su nuevo destino reconciliatorio, Nueva York.
Siete años y las cosas no
parecían haber cambiado tanto en aquella ciudad como en el edificio mismo donde
se hallaba el despacho de su hermano. Los
mismos vigilantes , el mismo stress , las mismas prisas y los mismos colapsos
al entrar en los ascensores , como si el tiempo no tuviera horas suficientes y
el mundo fuese a acabarse nada más cerrarse las puertas.
Si bien Heyden adoraba lo que
esa ciudad le reportaba , otros aspectos de la misma no le atraían tanto , y
quizás fueran ellos los que le hicieran decantarse , entre otras
circunstancias, por su no traslado a ella cuando su hermano se lo propuso .
Conforme el ascensor superaba
los pisos dónde se le había ordenado detenerse, el enclaustrado habitáculo comenzaba
a refrigerarse y el aire parecía correr de nuevo, y a lo largo de aquel viaje para
ella interminable con múltiples paradas
que parecieran querer decirle que se arrepintiera y volviese , trató de
prepararse psicológicamente para lo que habría de venir .
No podría decirse que a su
memoria viniesen abundantes imágenes de su hermano alterado o enfadado, ni tan
siquiera recordaba que elevase la voz ante su presencia salvo en su propio piso
y con una causa más que justificada . Y es que David siempre había sido al serenidad personificada
, la tranquilidad latente la voluntad
conciliadora , el protector.
En su vida ya había gozado de demasiadas
muestras de violencia como para repetirlas o consentirlas , y si ahora , al
volver a verla , su voz alcanzaba más decibelios de lo que a todos podía tener
acostumbrado, nadie sería capaz de reprocharle nada , y menos aún ella.
Al llegar a su piso de
destino , como siempre solía hacer,
respiraba hondo antes de atravesar la puerta acristalada que el llevaba al
interior del macro despacho, aquel, en el que la actividad para no tener fín ,
e ingentes cantidades de manos y oídos , de cabezas pensantes de algunas de las
mejores universidades del país, compartían moqueta con uno de los abogados más
aguerridos de la ciudad y del estado.
Volver a caminar por encima de
la moqueta de aquel largo pasillo, pasar por delante del despacho de Michael ,
cuya puerta permanecía cerrada aunque la luz , vislumbrada por el alargado cristal lateral , se viese encendida, sentirse
observada por algunos de los ocupantes de las mesas colindantes dada la
seguridad que parecía manifestar, y
enfrentarse a la puerta cerrada de su despacho , se le hizo un camino harto
reconocible , pero durante el cual , acogió para si toda la seguridad que pudo .
Apenas centímetros la separaban
del pomo de la puerta cuando, dispuesta
a abrir , Liz salió de él apresuradamente. Sorprendida no pudo decir nada al
verla , y sólo la voz de David , desde el fondo de la habitación preguntándole qué sucedía , la hizo reaccionar
temblorosa empujando la puerta de nuevo .
·
LIZ: Aquí
hay alguien que pregunta por ti.
·
DAVID : ¿Sí? ¿Quién?
Y tras la apertura total de la
misma, la imagen de Heyden por entero.
·
HEYDEN: David.
A él, incrédulo aún con la
realidad que veía y escuchaba , sólo el quedó
apoyar su espalda en la silla , y tratar de asumir que era su hermana la
que se encontraba delante suya después de siete años.
Ana Patricia Cruz López
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